lunes, 27 de enero de 2020

Sin ideas para escribir


Por Teodoro Briceño de la Parra
Sentarse a escribir algunas ideas no es tan fácil cuando consideras que no tienes ideas, aún con la premisa de que tienes que escribir un blog precisamente sobre eso, “el escribir ideas”, y que estas ideas pudieran ser de interés para alguien.
Me encuentro en esa fase precisamente, en la que reconozco, que por ocuparme de concretar algunas ideas, no las escribía, lo dejaba como un pendiente, aunque ahora, en esto que podría ser un tiempo muerto, aprovecho para escribirlas.
Lo cierto es que no tengo idea sobre lo que quiero escribir con exactitud, sólo que deseo escribir cualquier cosa que pase por mi mente, me siento con la imperante necesidad de hacer algo, de comunicar algo, y ese algo resulte interesante para alguien que quiera leerme.
En algún momento de mi vida, solía escribir mis sueños al levantarme de mi cama, para impedir que se me olvidaran durante el día, ya que algunos en verdad me parecían muy interesantes, por muy locos o estrafalarios que fueran.
Posteriormente, por la prisa para salir al trabajo o la oficina, dejé de hacerlo, ya que dormía muy tarde viendo, generalmente, algunos programas de televisión o series. Y es que al concluir el día, -ese momento antes de dormir, en mi cama-, era el único espacio que tenía para alguna distracción considerada mundana, como el ver algo en televisión y ese algo me hiciera dormir.
Pero cielos, algunas series me resultaban bastante atractivas y divertidas como para aburrirme, lo que me tentaba a ver un capítulo más y reducir mis horas de sueño, mala idea, porque al otro día sufriría las consecuencias; trabajar con sueño en la oficina y no leer nada en mi trayecto al trabajo.
Es un vicio de este tiempo, muchas conversaciones en los centros de trabajo giran en torno a lo que vieron por la noche, y la subsecuente queja de no haber podido dormir bien durante la noche.
Compartirles esta situación no resultará para ustedes interesante, porque quizás se encuentran en la misma situación, y no requieren que alguien se los recuerde, pero la vida es así. Los días se han alargado tanto que las noches tienen a desaparecer por más largos que sean los inviernos.
Y aquí estoy contándoles todo esto, porque no tengo precisamente ideas que comunicarles, sólo quejándome de una situación que yo mismo propicio, y estoy casi seguro que por la noche la historia se repetirá nuevamente, porque esa siesta que tomaré de 20 minutos después de la comida, me dará la fuerza nuevamente para que mis noches sean largas.
Ese segundo café que tomaré contribuirá a lo mismo, porque ¿quién se resiste a una deliciosa taza de café, con ese aroma que vuelca recuerdos, afina esperanzas, crispa de fuerza los sueños, aumenta la ansiedad y los sentidos de alerta? Ese café que incrementa mi estado de ánimo y predisposición a, cuando me encuentro en cama nuevamente, sincronizar mi celular con la pantalla y disfrutar esa serie que me dejó picado desde la noche de ayer o madrugada de hoy.
¿Dije segundo café? si, segundo café, y es que en la mañana, como todas las mañanas, mi ritual en la oficina inicia con una super-mega deliciosa taza de café, en ocasiones acompañada con una galleta o pan bizcocho. Porque el día no inicia bien si no se toma una taza de café.
Por eso no tengo ideas que escribir hoy, y aquí frente a la máquina, intentando resolver esta cuestión: el dilema de escribir en torno a mi falta de ideas y que sea precisamente, mi sentido de culpa, quien me apunte con su dedo, diciéndome; tú tienes la culpa, tú que sabes que tomarás ese café y tu siesta de 20 minutos, así que no te quejes.
Quién quiere leer un artículo sobre ideas que no vienen a mi cabeza, sobre nada que contribuya al osado o osada que se atreva a leer este artículo, en fin, pero mis dedos ansían escribir sobre este teclado, plasmar ideas que no existen, que no toman forma y no inspiran a nada, un estado nihilista de las cosas, del sin sentido de las palabras.
He apresurado las tareas de mi oficina, ya envié los correos para este día, pensando que por el sueño que me cargo, retrasaría la entrega de los mismos, y aquí me tienen sin ideas, sin la musa inspiradora, que en su letargo olvida visitarme, sabiendo que la necesito tanto.
Doy un bostezo que parece contagiar a mis apesadumbrados compañeros de oficina, un bostezo, uno a uno, como orquesta que en compases lentos anuncia un gran concierto, pero de sueño, pareciera que en cualquier momento, cualquiera de nosotros se parará de su asiento y moverá los brazos como aspavientos, intentando rescatar lo que resta del día, en fin, es lunes y como todos los lunes, la rutina es así.
Caray, sigo pensando en las ideas, nada me viene a la cabeza, ni un picotazo de ave en la ventana me despierta, ni el pasar de los autos y las motocicletas, ni el tamborazo batiente que se acerca por las calles aledañas.
En fin, he perdido un momento valioso para compartir las ideas, y las palabras me las he gastado en quejas vanas sobre mi inoperante sensación de un día con mucho sueño, se acerca la hora de salir y parece que el día apenas comienza.
¿Se han sentido así? Yo creo que si, ojalá me lo pudieran compartir.
@TeoBriceo

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